viernes, 13 de abril de 2012

De 1820 a 1850: el exilio en Paraguay

Rodeado por todos lados por los lugartenientes de Ramírez y viendo su causa definitivamente perdida, el 5 de septiembre de 1820, Artigas cruzó el río Paraná hacia el exilio en Paraguay, dejando atrás su patria y su familia. La separación dejó un profundo dolor en el alma de su esposa Melchora, que se sintió traicionada y presa del deshonor, y seguramente vivió llena de amargura el resto de su vida.
Artigas en su ancianidad, por Alfred Demersey. Es el único retrato auténtico del general, aunque muy posterior a su actuación pública. Posiblemente en éste se inspiró Blanes para sus retratos de Artigas.
El dictador paraguayo Gaspar Rodríguez de Francia le dio refugio, pero cuidó que no conservara ninguna influencia política, ni mantuviera correspondencia con nadie fuera del Paraguay. Su único acompañante durante el resto de su vida fue el Negro Ansina.
La campaña de los Treinta y Tres Orientales inició la liberación de su provincia del Imperio del Brasil en 1825. Pero la complicada guerra del Brasil y las intromisiones diplomáticas de Gran Bretaña, sumada a las sucesivas desilusiones de los orientales con los gobiernos porteños, llevaron a la independencia del Estado Oriental del Uruguay en 1828, en la cual Artigas nunca participó.
Confinado a la lejana e inhóspita Villa de San Isidro Labrador de Curuguaty, allí vivió cultivando la tierra hasta la muerte de Gaspar Rodríguez de Francia y no causó problema alguno a las autoridades paraguayas. Fue en esta localidad donde Artigas conoció hacia el año 1825 a Clara Goméz Alonso, quien sería su compañera hasta la muerte; de esta unión nacería en 1827 Juan Simeón, el último de su larga prole y que llegaría a ser Teniente Coronel en Paraguay, hombre de confianza del Mariscal Francisco Solano López.[6]
No obstante su pasividad en el exilio, por mera precaución, fue arrestado algunas semanas después de la muerte del dictador, ocurrida el (20 de septiembre de 1840). El nuevo gobierno de Carlos Antonio López, primer Presidente Constitucional del Paraguay lo trasladó a Asunción, donde disfrutó de su plácida ancianidad en el barrio asunceño de Trinidad, residiendo en la propia quinta del Presidente de la República, rodeado del afecto de los paraguayos. Allí falleció, diez años después, el 23 de septiembre de 1850, a los 86 años de edad.
¡Mi caballo! ¡Tráiganme mi caballo![17]
Últimas palabras de José Gervasio Artigas.

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